En una ciudad que ha cambiado tanto a lo largo de las décadas, La Flor de Chile se mantiene como un verdadero tesoro patrimonial. Fundado en 1930 como un almacén de barrio por don Víctor Vera Valencia, este rincón de Viña del Mar ha sido testigo de la evolución urbana y social de la ciudad. Lo que comenzó como un lugar para comprar “al lápiz” y compartir una malta con huevo entre vecinos, hoy es un bar-restaurant con alma, atendido por la misma familia que lo vio nacer y acompañado, como siempre, por sus fieles parroquianos. Su historia, contada con cariño en redes sociales como Instagram y Facebook, conecta a nuevas generaciones con una forma de vida que parecía haber quedado atrás.

Con el paso del tiempo y la llegada de los supermercados, muchas tiendas de barrio desaparecieron. Pero La Flor de Chilesupo transformarse sin perder su esencia. El antiguo mesón se convirtió en punto de encuentro, y el local creció gracias a la calidez humana que siempre lo caracterizó. Celebraciones como “Los que pasaron Agosto”, que reúne cada año a los más antiguos parroquianos, o matrimonios realizados dentro del mismo local, como el de Cristián (tercera generación), reflejan el vínculo genuino entre el negocio y su comunidad. A esto se suma el reconocimiento oficial: premios como el de Mejor Picada de la Quinta Región por la Guía Culinary y el Ministerio de Cultura no hacen más que confirmar lo que sus clientes ya saben.

Hoy, La Flor de Chile no es solo un lugar para comer bien y sentirse como en casa; es un ejemplo de cómo tradición y modernidad pueden convivir. Con una cocina profesional, estándares de producción limpia y un equipo capacitado, la familia Vera ha sabido honrar su legado adaptándose a los nuevos tiempos sin renunciar a su historia. Visitar La Flor no es solo sentarse a la mesa: es ser parte de una memoria viva que sigue escribiéndose, día a día, con sabor, cariño y comunidad.